Sin esperarlo, una herencia insólita

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La casualidad de una herencia insólita le podría tocar a cualquiera

En los años setenta del siglo XX, cierta pareja Sudamericana se encontraria con una herencia insólita cuando estaban haciendo turismo por Inglaterra, y encontrándose a medio camino entre Oxford y Birmingham la señora se sintió mal, como justamente pasaban frente a una mansión campestre, el esposo desvió el automóvil.

Explicando lo que ocurrirá a quienes los recibió en la puerta, pidieron permiso para que ella hiciera uso de los servicios del lugar. Algo que le fue concedido, a pesar de que en el interior de aquella residencia se estaba oficiando un velorio.

Ya de salida agradecieron profundamente la gentileza de quien parecía estar a cargo, como cortesía se ofrecieron para firmar el libro de visitantes, al hacerlo anotaron además, su dirección y teléfono en su país, poniéndose a la orden en su ciudad.

Hecho lo anterior reanudarían su girá de turismo sin imaginar cuál sería la insólita secuela de aquel texto. Meses después de haber regresado a su ciudad, y ya olvidado aquel lejano incidente, fueron citados al consulado británico, donde para su mas absoluta sorpresa se les notificó que eran partícipes de una herencia insólita.

¡Pero si ellos no tenían parientes en Inglaterra!, ¿sin duda se trataba de algún error?. Imperturbable el funcionario de la corona está claro que por mero accidente, en lugar de firmar el libro de visitantes lo hicieron en el de actas del funeral del millonario dueño de la mansión donde habían estado, cuando la señora se sintió mal.

Como el excéntrico Lord inglés había estipulado en su testamento: «que buena parte de su dinero se repartiría en una herencia insólita equitativa entre las diez primeras personas que asistieran a su velorio», a ellos les había tocado una respetable cantidad de dinero, por haber estado entre los primeros que firmaron el libro de asistencia.

La circunstancias se repiten en casos de estas herencias insólitas

Lo relatado aunque raya en lo increíble, es rigurosamente cierto, y prueba de que lo insólito tiende a repetirse, es lo que reporto el periódico alemán bild, en su número del 21 de octubre de 1996. Encontrándose en viaje de negocios en Suecia, Eduardo Sierra (nombre ficticio), un ciudadano español acudió a cierta iglesia católica de Estocolmo para encender una vela.

En el interior del templo le llamo la atención que había una urna frente al altar, obedeciendo un impulso ofreció una plegaria por el alma del difunto, y antes de salir estamparía en el libro de condolencias su nombre y dirección.

Semanas después fue citado a la embajada de Suecia en Madrid donde se le informó que era partícipe de una regular suma, dejada expresamente como una herencia insólita en el testamento del millonario James Benson, para todo aquel que sin ser de su familia inmediata, amigo o asociado, acudiera a su velorio y rezará por su alma.

La prensa española al conocerse el asunto de esta herencia insólita , intento entrevistar a Eduardo Sierra, al no localizarlo, varios periodistas acudieron a la embajada sueca en Madrid y también a la diócesis católica en Estocolmo, los cuales negaron conocer al afortunado español.

Comenzando a sospechar de que todo aquello sobre esa herencia insólita había sido un invento del periódico alemán, en donde se había publicado la primera relación de lo ocurrido contactaron a la periodista que había escrito el reportaje.

Está reiteró que todo era absolutamente cierto pero a petición del beneficiario de la cuantiosa herencia, habían cambiado los nombres y otros detalles para evitarle precisamente el acoso de los curiosos y de la prensa.