Stoker y la Invención de el Mito de Dracula

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Sobre Vlad Tepes se ha hablado mucho a lo largo del siglo veinte y lo que llevamos del XXI. Héroe nacional en Rumanía, para muchos, fue poco menos que un déspota sanguinario, sin ápice de piedad. Mas la historia de leyenda sobre el mito de Dracula, en torno a su persona empezó tras su muerte, cuando Bram Stoker le transformó en el vampiro por excelencia: Drácula.

Corría el mes de diciembre de 1476, cuando acaeció el fallecimiento del recién nombrado voivoda – término con el que se designaba al gobernador de una provincia– de Valaquia. El sultán turco Mehmed estaba colérico por la pérdida de repercusión en la zona, con lo que decidió acabar con ese inconveniente de raíz y asistió al Danubio para dar el golpe de gracia.

Vlad procuró apoyo en Esteban III, príncipe Moldavo que le dio una guardia personal de doscientos hombres elegidos entre los mejores soldados. No bastó, puesto que un contingente de akindschis turcos, encabezados por Basarab Laiota, se internó en Valaquia para matar a su líder.

Fue de esta forma, en plena lucha –si bien existen relatos sobre determinada traición que se saldó con una muerte traicionera– como cayó el hombre que entonces se transformó en mito. Su cuerpo fue sepultado en el convento de Snagov, en Bucarest. Por otro lado, su cabeza llegó hasta Mehmed preservada en miel, fue atravesada con un palo y expuesta a todo aquel que quisiese ver el destino final de Vlad.

Ninguna tradición asociada a la vida de Vlad Tepes le asocia con el vampirismo, a el mito de Dracula . ¡ninguna!. Alemanes y húngaros, cuyas leyendas se propagaron en el siglo XVI, charlabandeélcomounsalvajeobienundéspota.

Por su lado, los rusos se apropiaron del personaje histórico tras el dominio de Iván IV el terrible –mala traducción, puesto que era el Severo, del ruso groznyj–, dándole el título de zar tras quitar el de voivoda. En pleno siglo XIX, en el pináculo del movimiento nacional rumano, se levantó nuevamente la figura de Tepes.

El poeta Mijaíl Eminescu (mil ochocientos cincuenta-mil ochocientos ochenta y nueve) le alabó en su poema Scrisoarea III, mas asimismo había voces discordantes, como la de Vasile Alexandri (mil ochocientos diecinueve-mil ochocientos noventa), que le tachaba de déspota. Pero nada de vampirismo hasta la aparición en escena de Abraham Stoker y el mito de Dracula .

Reuniendo 2 hechos para conformar el mito de Dracula

¿De qué forma se convierte uno en vampiro conforme al enfoque tradicional?. Hay 2 vías: o se debe a una muerte, o bien por castigo. La primera se relaciona con la interrupción súbita de la vida cuando incluso no es “su momento”, lo que acarrea que el ánima del fallecido no descanse como debe.

La segunda versa sobre pecados tan graves que acarreen una maldición, tal vez producida por pactar con el Demonio. ¿Qué hay entonce sobre la figura de Vlad?

Ralf-Peter Märtin, gran especialista en la figura histórica del voivoda, también maneja el mito vampírico, apunta a su muerte como posible instante en el que nació la sospecha. Exactamente la misma acaeció en el mes de diciembre, en los instantes anteriores al cambio de año, que tiene una carga simbólica realmente fuerte.

En esos instantes tanto el pasado como el futuro de unen, y ciertas tradiciones apuntan a que el mal es capaz de desatar sus poderes sobre aquellos que no están bien protegidos. Vlad vio como Valaquia era invadida, con lo que seguramente no tuvo tiempo de que se le administrara la confesión, con lo que habría fallecido sin recibir el “perdón divino”.

Esto, unido a su vida poco reprobable en lo que se refiere al trato con cientos y cientos de personas – muertes cruentas incluidas –, acarreó una maldición que le trajo de vuelta de el sepulcro y con ello el mito de Dracula .

Por otro lado, está su apodo: Draculea. El patronímico rumano Dragwlya es un diminutivo de Dracul, título heredado de su padre, Vlad Dracul, aceptado en la Orden del Dragón creada en 1408 por el rey húngaro y Emperador germano Segismundo de Luxemburgo.

El atributo de la orden se derivaba del latín draco, dragón. El inconveniente vino cuando el substantivo cambió, puesto que la denominación de dragón se transformó en baluar, mientras que drac –el sufijo. ul. es el artículo determinativo– pasó a representardemonio.

De esta manera, de forma supuestamente simple, Vlad pasó de ser “el hijo del dragón” a ser un auténtico diablo. La magia de las palabras –tal vez la más poderosa de cuantas existen, puesto que no pocos son los que consideran que es la palabra lo que nos transforman en semi dioses a pequeña escala, autores en esta realidad– elevaron al voivoda a la categoría de historia legendaria.

Nos aproximamos al instante en que Stoke reunió en un personaje al dragón y al demonio. ¿De qué manera llegó a esa conjunción?. Desde entonces, no fueron los turcos los que avivaron el mito de Dracula, puesto que se llevaron la cabeza de Vlad, lo que hacía imposible que volviese de el sepulcro.

En la tradición occidental, sobre todo en la cristiana, el dragón es el Mal. Sus 7 cabezas son los pecados capitales y se le considera símbolo del Caos. Por su lado, al murciélago se le etiquetaba como siervo del Demonio. Había exorcistas que aseguraban que los espíritus malignos salían de los cuerpos de los posesos bajo la manera de estos animales.

Si se hacen tratos con el Demonio, es posible que se transforme en vampiro, que tiene en el murciélago una de sus formas de manifestación corporal. Algo que no está ni vivo ni fallecido, puesto que se encuentra en los 2 estados al tiempo, y que precisa de la sangre para sobrevivir.

Bram Stoker en 1906. El nacimiento del conde

La tradición vampírica no se comienza precisamente con la historia legendaria de Vlad Tepes, mas es en él donde se suman las tradiciones del dragón y el demonio, merced a la magia obrada por Bram Stoker.

El dublinés sentía fascinación por la figura del vampiro, ser del que había leído ya desde su juventud gracias, en parte, a las fuentes que podía acceder en el Trinity College. Ya habían visto la luz obras como Canciones y leyendas nacionales de Rumanía de C.G. Murray o bien Cuentos de hadas y leyendas rumanas de Mawes.

Stoker, cayó rendido a los encantos de Carmila, el relato vampírico de Sheridan LeFanu, que vio la luz en mil ochocientos setenta y dos. Mas quizás el nombre culminante en el camino del irlandés fue Hermann (Arminius) Vambery, orientalista húngaro famosísimo en la temporada que escribió una Historia de Hungría que brindó en bandeja a Stoker el nombre de Vlad Dracul y la tradición que arrastraba tras de sí.

Si bien incluso faltaba un último ingrediente a todo este cóctel inspirador: un tratado alemán sobre Drácula que Stoker pudo leer en el Museo Británico un poco antes de empezar a escribir su conocida novela y crear el mito de Dracula.

El viaje que llevó al escritor a la creación del mito le llevó hasta las costumbres y opiniones rumanas y húngaras sobre los fallecidos y su posible vuelta a la vida. Acá se dieron cita los strigoi y otras figuras de ultratumba.

En Rumania las tradiciones ayudan para animar un mito

En Rumanía se desenterraba a los fallecidos cada cierto tiempo –a los pequeños tras 3 años desde su muerte, a los jóvenes 5 después y a el resto tras 7– para revisar si proseguían en ese estado o bien eran vampiros.

Si la descomposición de los restos era total, se dejaba en paz al fallecido en cuestión tras lavar sus huesos con vino y agua. Si no era de esta manera, se proseguía, entre otros muchos, este procedimiento descrito por Agnes Murgoci en la gaceta folk-lore en 1926:

«Se atraviesa el ombligo del vampiro con una estaca, o bien se le arranca el corazón. El corazón debe quemarse en fuego de lignito vegetal, asimismo puede hervirse o bien cortarse en pedazos con una hoz.

En caso de que se queme, deben juntarse las cenizas. En ocasiones se las lanza a un río, mas lo más frecuente es entremezclarlas con agua y dárselas de tomar a los enfermos. Asimismo se emplean como bálsamo para resguardar del mal a pequeños y animales.»

La realidad es que Bram Stoker no ideó al vampiro, puesto que la figura del no-fallecido está presente en las tradiciones de medio planeta, sino estableció un vínculo entre el vampiro y el planeta real que dio origen a un mito que se extiende hasta nuestros días.

La muy célebre novela sobre Drácula vio la luz en la ciudad de Londres a lo largo de 1897, y su fama se extendió merced al buen hacer del irlandés, que supo documentarse como absolutamente nadie y dotar a lo sobrenatural de verosimilitud.

Quienes hayan leído la novela lo van a saber si se apoyan en los apuntes del diario o bien en el viaje en tren y en navío. Transilvania fue el sitio elegido para la morada del conde puesto que allá había gran riqueza en tradiciones vampíricas que Stoker conocía a la perfección tras su viaje de investigación ocurrido en años precedentes. Drácula dio paso al fervor vampírico.

Después la leyenda se regara de la mano del cine y los diferentes medios

Años después, ya en el siglo veinte, Béla Lugosi sacaría partido como absolutamente nadie al hecho de ser húngaro. ¿Quién puede borrar de su memoria al Nosferatu, el vampiro de Max Schreck en la película de Murnau de 1922?. ¿O bien el largometraje Drácula de Ted Browning en 1930, con Lugosi de protagonista?.

¿Y todas y cada una de las películas de la Hammer con el imborrable Christopher Lee?. No vamos a entrar en las diferentes reinvenciones del vampirismo y el mito de Dracula, que por otro lado han desvalorizado en cierta manera el sentido original de la creación de Stoker.

El escritor consiguió que ese conde al que concibió como un vampiro con costumbres de noble, pasase a ser parte de la cultura popular. Mas no olvidemos que tras el mito de Dracula, esta un conde que contenia a un hombre real que no ocultaba su condición, que hacía público su poder y que se esmeraba por inspirar respeto y tal vez asimismo temor por igual.

Vlad Tepes era ira, fuerza y determinación. Drácula, por medio de la figura legendaria del vampiro, era sombra, soledad y engaño. Mas ahora todos y cada uno de los tenemos por una sola figura. Un enorme ejemplo del poder de la magia de las palabras, ¿no creen?.