“Jamás hubo tal trueno en la historia”, diría el historiador Martin Gilbert, refiriéndose al titánico estruendo que hicieron en los cielos de Europa, durante la segunda guerra mundial aquellos grandes cuatrimotores B-17, legendarias fortalezas volantes, capaces de absorber más de 1000 impactos de balas, de perder uno o dos motores, un plano de cola, casi un ala, y continuar volando.
Un avión que con el fuselaje prácticamente dividido en dos por los impactos recibidos durante una misión sobre Alemania, logró completarla y regresar a su base, un aparato legendario del cual cada piloto y cada miembro de la tripulación tenía su historia favorita, aunque ninguna tan escalofriante e increíble, como la que seguidamente vamos a contar.
Frente de guerra europeo, la Alemania nazi se encuentra en los estertores de su agonía, y la fortaleza europea proclamada inexpugnable por Hitler y sus secuaces, se encuentra inerme ante el empuje de las fuerzas aliadas.
Un día inusual, aterriza un avión de emergencia
Es el 24 de noviembre de 1944, los vigías de cierto emplazamiento antiaéreo británico hacia el sureste de Bruselas en Bélgica, divisan una fortaleza aérea B-17 con el tren de aterrizaje afuera, que rápidamente pierde altitud acercándose hacia la posición inglesa, de inmediato es alertado el comandante de la zona, y justo cuando éste hace acto de presencia, él cuatrimotor Boeing toca tierra en el campo de labranza donde se encuentran varias de las baterías antiaérea.
Mientras todo el personal observa lo que obviamente ha sido un magistral aterrizaje de emergencia, el pesado avión rueda por la irregular superficie, y a soló escasos 30 metros del antiaéreo más cercano, la punta de una de sus alas se inclina chocando contra el suelo, de inmediato el avión gira violentamente sobre sí mismo destrozando la hélice del segundo de los cuatro motores.
Las otros tres motores sin embargo continúan funcionando, y casi todos los testigos presentes se comienzan a acercar al avión, esperando que su tripulación saliese para darle la bienvenida, pero nadie apareció.
Los presentes esperaban ver descender a la tripulación
Desconcertado al ver como aquellos motores continuaban funcionando, y ningún tripulante salía del cuatrimotor, el comandante de la zona hizo llamar al oficial superior británico Jhon Chris, quien en menos de 20 minutos se trasladó de su bunker de operaciones en Ambiorix Square cerca de Ixelles, hasta el campo de labranza, una vez en el sitio, y tras descubrir la compuerta de entrada por la parte inferior del fuselaje, Chris subió a bordo de la nave, y para su más absoluta sorpresa no había ningún ser humano a bordo, ¿donde estaba la tripulación?.
Sin salir de su estupor, recorrió cada palmo del interior hasta llegar a la cabina del piloto, donde, con sin cierta dificultad, pudo localizar los mandos adecuados para apagar los tres motores que aún continuaban en funcionamiento, seguidamente procedería a examinar la bitácora de navegación, esta se encontraba abierta con estas palabras escritas clara y legiblemente «thick lead».
Estremecido, muy a pesar suyo, Chris continúa examinando esa bitácora y fue así como pudo establecer que él B-17 regresaba a Hertfordshire, Inglaterra, tras haber cumplido una misión que le había llevado hasta la región del Ruhr, pero ¿donde estaba la tripulación?.
Una búsqueda mas profunda, ¿donde estaba la tripulación?
Con la ayuda de varios soldados y oficiales, se procedió a examinar palmo a palmo el interior de aquel avión, y fue entonces cuando hicieron otro hallazgo escalofriante, 12 paracaídas perfectamente acondicionados y listos para ser usados, era evidente que los tripulantes no los habían necesitado, todo lo demás incluyendo varias chaquetas de vuelo, y paquetes de chocolate se encontraba también en perfecto estado.
El exterior del avión, y ninguno de sus mecanismos, mostraba señales de daños o impactos, aún a pesar suyo el oficial Chris, no pudo evitar que aquel avión fantasma le recordase al famoso enigma del barco Mari Celeste, muy parecido a este acontecimiento, soló que había ocurrido en el mar.
Además en el caso del velero, cabía dentro de lo posible que su tripulación, lo hubiese abandonado en algún bote salvavidas, pero como pudo la tripulación del bombardero hacer lo propio en pleno vuelo, sin paracaídas.
¿Quien guio y aterrizó el B-17?, en aquel campo de Bruselas, ¿cuál fue el destino de sus tripulantes?, ¿donde estaba la tripulación?, el caso rigurosamente autenticado por autoridades militares y de inteligencia, tanto norteamericanas como británicas, ha resultado ser un impenetrable enigma, mucho más escalofriante que el del barco Mari Celeste, pues hasta ahora nadie ha podido explicar cómo aterrizó ese bombardero, o dónde donde estaba la tripulación, de la cual jamás se supo absolutamente nada.